lunes, 30 de septiembre de 2013

AGAPITO MONTAÑO, FUGAZ FANTASMA DE NUESTRA HISTORIA


Cuando se pretende analizar, con más detenimiento, la vida y obra de algunos personajes relevantes, así como algunos hechos de nuestra historia comarcana, notamos, muy a menudo, que ellos se encuentran envueltos por las brumas de lo desconocido o lo medianamente estudiado, dificultades que ya es tiempo superar, pues de ello se ocuparon muy poco nuestros primeros investigadores, quizá más preocupados por la forma y el estilo literario que por la realidad histórica, carencia acusada por muchos, pero corregida por pocos.

Dentro de la mitomanía implantada por casi todos los escritores de nuestra memoria colectiva, cuando se quería conmemorar el primer centenario de Manizales, fantasiosamente se forjó una novela rosa que dañinamente desdibujó y tergiversó la realidad de la Colonización Antioqueña y la de las gentes que hicieron posible la gran epopeya de multitudes en que se convirtió el engrandecimiento de las fronteras interiores de la Patria.

Personajes muy encumbrados en las letras y la política dejaron a la posteridad líricas páginas sobre la trashumancia de nuestros abuelos y su lucha contra la naturaleza y las Concesiones, se poetizó hasta el delirio, se exageró o se minimizó la importancia y los actos de unos y otros actores, no se estudió ni se narró la historia como tal, se quiso, apasionadamente, glorificar en demasía la lucha contra la arisca y desconocida naturaleza de nuestras montañas, lográndose con todo ello una narración pseudo-histórica, que no es, por mucho, la historia lógica que nuestros descendientes puedan valorar y mucho menos entender.

Una víctima, entre muchas, de esos tratamientos de que hago mención es el explorador, colonizador y fundador Agapito Montaño, personaje del que no sabemos prácticamente nada por medio de la historiografía y sus narradores oficiales.


Agapito Montaño, según la tradición, formó parte de las primeras exploraciones que se llevaron a cabo en el territorio del actual Manizales, también participó en la famosísima “Expedición de los 20”, de la que entre otras cosas podemos decir que no coinciden los historiadores ni en el número ni en los nombres de los participantes en ella, ellos, algunas veces, llaman fundadores  a algunos que sólo fueron exploradores o primeros pobladores y viceversa, no coinciden, en estos nombres, José María Restrepo Maya y Juan Pinzón, nuestros primeros historiadores, tampoco el Padre Fabo María y don Luis Londoño, los más formales estudiosos y propagadores del pasado manizaleño.

El señor Montaño, formalmente, hace su aparición en la crónica oficial cuando en compañía de gran número de vecinos del naciente caserío de Manizales, dirigen, en noviembre de 1849, un memorial al Gobernador de la Provincia de Córdoba, solicitándole el nombramiento oficial de cura parroquial en la persona del sacerdote Bernardo José Ocampo para esta jurisdicción, de allí en adelante se convierte en esporádico y desconocido fantasma. 

Veamos algunos puntos no muy claros en la extraña vida de don Agapito:

1º )  Buenaventura Montaño, natural de la Vega de Supía y doña María Francisca Palacio, son, posiblemente, sus padres, según apunta el padre Fabo María en su “Historia de la Ciudad de Manizales”, de lo que resultaría que don Agapito es sobrino político de José Joaquín Arango Restrepo y Gabriel Arango Botero, esposos de Eulalia y Teresa Palacio, sus tías, así como también sobrino de don Marcelino Palacio Restrepo, principales miembros, Marcelino y José Joaquín, de la famosa Expedición de los 20.

2º )  Según Gabriel Arango Mejía, en sus documentadas y valiosas “Genealogías de Antioquia y Caldas”, al analizar la descendencia Palacio, nos crea mayores confusiones, pues allí, sin hacer relación de sus hijos, don Buenaventura Montaño es llamado, apocopando su nombre, Ventura, siendo para Arango Mejía, esposo de doña Carlota Palacio, hermana de don Marcelino, contradiciendo  en su obra  al Padre Fabo, pues en las “Genealogías” no figura ninguna María Francisca Palacio como hermana del mencionado Marcelino.

3º )  Respecto al nombre de la madre de Agapito Montaño, podemos decir de ello que es otra frecuente verdad a medias, a las que ya nos tienen acostumbrados nuestros historiadores, poco dados a la investigación en las fuentes primarias que soportan a la historia, ni María Francisca, ni Carlota, es el nombre de la madre de Agapito Montaño, como la designan el padre Fabo, nuestro historiador y el genealogista Gabriel Arango Mejía.

Su verdadero y completo nombre queda claro al analizar la escritura número 39 del 10 de abril de 1859, corrida en la Notaría de Manizales, en ella se lee que: “... pareció personalmente la señora Francisca Carlota Palacio, viuda mayor de edad, vecina de este distrito...”, para vender una casa de tapia y teja, ubicada en el Distrito de Abejorral, al señor Cruz Echeverri, por la suma de trescientos sesenta pesos.

Pocos días después de este acto notarial, se corre otra escritura en la Notaría de Manizales, identificada con el Nº 54 del 28 de abril de 1859, en la que se consigna: ...ante mí Silverio Arango P. Escribano público.... Alvaro María Giraldo i Antonio María Ospina otorgan escritura de venta de una casa a favor de la señora Francisca Palacio...en la suma de ciento sesenta pesos.

De lo que de paso debemos decir que el entonces Escribano Público, Silverio Arango Palacio, quien llegara a ser Gobernador de Antioquia, Magistrado y Representante al Congreso, es sobrino de doña Francisca Carlota, ya que es hijo de su hermana Camila Palacio Restrepo y José Miguel de Arango Botero, lo que lo convierte en primo hermano de don Agapito Montaño Palacio, por lo que no es dudable que tan importante hombre público le hubiese apoyado y aún ayudado en algunos momentos de su enigmática vida.

Estos dos actos notariales aparecen firmados con una desgarbada y temblorosa letra por Francisca Palacio, en ambos actos no se habla de segundos apellidos, pues por la época poco se acostumbraba a tal formalidad, ni mucho menos de documentos de identidad, debido a la no existencia de ellos.

Con estos dos actos notariales, es evidente e incontrovertible la existencia y vinculación de doña Francisca Carlota, la madre de don Agapito en los primeros días de Manizales. 

4º )  Cuando Tomás Cipriano de Mosquera, como Presidente de la Nueva Granada, el 29 de diciembre de 1849, por medio del decreto Nº 1877 resuelve ceder 12.000 fanegadas para la fundación de Manizales en uno de sus considerandos dice: “ de tierras baldías en un paraje denominado La Inmediación de Montaño, jurisdicción del Distrito Parroquial de Neira, en la Provincia de Antioquia”, simplemente estaba reconociendo la existencia de un sitio llamado de Montaño, nombre que se había adoptado en recuerdo de la famosa disputa, narrada en 1914 por Don José María Restrepo Maya en sus “Apuntes para la historia de Manizales”, que tuvo en aquellos parajes don Agapito con Genaro Arango por un pretendido derecho a pasar la noche en un albergue construido anteriormente por el primero, es decir, Agapito Montaño no era ningún personaje oscuro, ni mucho menos un individuo sin ninguna preeminencia social dentro del grupo explorador, se pudo dar el lujo de que su recuerdo se perpetuase por medio de un nombre dado a un lugar; muy pocos en su época lo lograron y no propiamente los del pueblo llano.

5º )  Cuando se empiezan a repartir los lotes de terreno para la construcción de viviendas dentro de lo que sería la nueva población, vemos, el 24 de julio de 1850, a don Antonio Ceballos, como Alcalde, demarcando y dando posesión del lote Nº 4 a Don Agapito Montaño, posesión que se ubicaba en el pleno marco de la plaza, con una cabida de 20 varas de frente y 40 varas de fondo y lindando con los lotes de Victoriano Arango y Fermín Londoño, según asiento de puño y letra de don Antonio Ceballos en el libro de Registro de Adjudicaciones de Lotes y Predios, pero al examinar cuidadosamente el Registro en mención nos damos cuenta de que ello es inexacto, el lote Nº 4 se encontraba ubicado en el costado nororiental de la actual Plaza de Bolívar, concretamente en la esquina que forman la actual calle 23 y la carrera 21, donde hoy se halla construido el Edificio de la Licorera, es pues imposible que hubiese lindado con un lote de don Victoriano Arango por el lado izquierdo, ya que siempre por este lado ha habido una vía pública, en cuanto al lindero trasero, sí es verdad que hubiese sido vecino de Don Fermín Londoño, propietario del lote Nº 22, estas aclaraciones las hago estudiando detenidamente el tan mencionado Registro y un mapa que levantó la Oficina del Plan Piloto de Manizales, en los que se puede apreciar que, por aquellos días, no hay ningún lote a nombre de Victoriano Arango en las manzanas que forman el marco de la plaza, pues éste nunca recibió, como poblador, lote alguno en los repartimientos.

Vale la pena resaltar que notarialmente no he podido encontrar documentos anteriores a 1869 y 1874, como se verá luego, que nos indiquen la evolución posesionaria de este lote, no existen escrituras que prueben si este fue vendido o permutado por don Agapito, mucho menos un traspaso sucesorial o cualquier otra negociación en la que interviniese notario público. 

Los cuatro lotes adjudicados en el marco norte de la plaza fueron: Para la Cárcel, y los colonos Vicente García, Nepomuceno Jaramillo y Agapito Montaño.

Por el lado occidental fueron dados a: Angel María Muñoz, Manuel Grisales, Antonio Ceballos y Marcelino Palacio.

Por el lado sur los adjudicatarios fueron: Vicente Muñoz, Iglesia, Casa del Cura y Antonio María Arango.

Por el costado Oriental fueron entregados a: Cornelio García, Ramón Echeverri, Andrés Escobar y José Joaquín Arango Restrepo.

Todas estas personas, muy seguramente, tenían alguna importancia dentro del proceso colonizador, de lo contrario no hubiesen obtenido tan magníficas concesiones en el reparto de la tierra urbana, de lo que se puede deducir que Agapito Montaño era persona de relativa valía y que esta le era reconocida.      

6º ) En el Archivo Municipal se encuentra un libro de correspondencia varia recibida por nuestros alcaldes durante los primeros años de existencia de nuestra ciudad, en él vemos la siguiente comunicación:




   Devuelvo a u el sumario instruido contra Eduardo Walker, Agapito Montaño i      socios, para que se sirva cumplir con mi auto de esta fecha.

                                                De u atento servidor                Mariano Ospina”

Tampoco se ha especificado históricamente el motivo por el que se adelantaron las diligencias judiciales de que habla Don Mariano Ospina Delgado, ni las razones por las que don Eduardo Walker, destacado vecino y gran especulador de las tierras que fueron de la Concesión Aranzazu, fuese sumariado en compañía de don Agapito Montaño y otras personas no identificadas, mucho menos se ha dicho del resultado judicial de dichas diligencias.

Lo único que queda en claro, al leer la misiva dirigida por el Juez Ospina al Alcalde de Manizales, es que Agapito Montaño tenía muy estrechos vínculos con uno de los ciudadanos más importantes de la colonización, hecho incontrovertible e innegable, que da alto valor a mi tesis de que Montaño no era propiamente un oscuro y anodino ciudadano. 

7º) Don Luis Londoño, en su “Historia de Manizales”, relata un hecho de profanación sacrílega, acaecido posiblemente en el año de 1856 o principios de 1857, época para la que se esperaba el fin del mundo, imputando el irrespetuoso suceso a don Agapito Montaño, cuando este en estado de embriaguez y aprovechando la semioscuridad de la madrugada penetró al rústico templo y confesó a algunas personas que se acercaron a él confundiéndolo con el sacerdote y en procura del auxilio espiritual necesario que les permitiera afrontar con tranquilidad el Juicio Final, éste les impuso como penitencia el que bebiesen media botella de aguardiente para ahuyentar el miedo y que le llevasen a él otra media del anisado, ya que también necesitaba armarse de valor, la suplantación duró pocos momentos y se supo de ella algún tiempo después, provocando agrias reacciones de algunos ciudadanos que se creían burlados.

En esta narración don Luis Londoño nos lo describe así: “Don Agapito era de baja estatura, ancho de espaldas y de abdomen abultado, de color cetrino o tal vez caratoso”...“vivió muchos años arrimado a una familia respetable, soltero, de trato afable y tal vez sin parientes; entendía un poco el oficio de carpintero y en sus últimos años dejó el vicio del aguardiente al cual era muy aficionado en sus tiempos juveniles”.

Es esta la única descripción que existe de nuestro enigmático personaje, como se puede ver es superficial y amañada, no se dice cual era esa familia que lo acogió y se usa por dos veces la expresión “tal vez” con marcada y deliberada intención de ocultar su verdadera identidad, se podría deducir que era un ciudadano incómodo y del que era imposible desprenderse, posiblemente, por nexos de parentesco con uno o más colonos influyentes que discretamente le apoyaban, acaso sus tíos políticos José Joaquín y Gabriel Arango o su tío Marcelino Palacio o tal vez su socios, Eduardo Walker, según vimos y Liborio Gutiérrez Echeverri,  como en su momento veremos.

8º )  Cuando se revisa el repartimiento, iniciado el 6 de junio de 1853, de las tierras en el área rural de lo que hoy es Manizales, de las que, según las negociaciones entre el Ejecutivo Nacional y la compañía concesionaria debían ser entregadas a cada colono 10 fanegadas, no vemos en ninguno de los registros a don Agapito Montaño como beneficiario de ellas, a pesar de que tuvieron fin el 3 de mayo de 1857, cuando se agotó la tierra a repartir, ausencia no explicable si se tiene en cuenta su indudable importancia personal, su pleno y legal derecho según el decreto y su intervención directa en todo el desarrollo colonizador y fundacional de la nueva población y su área circundante, beneficios que sí obtuvieron otros ciudadanos incluyendo sus parientes, amigos y compañeros, no importando para ello la valía o preeminencia personal o la época de su llegada a estas tierras, omisión que ningún historiador se ha detenido a escudriñar y mucho menos explicar si se tiene en cuenta que don Agapito vivió muchos años más, como vimos anteriormente.

Más extraño resulta lo anterior cuando vemos que el principal repartidor, de los terrenos rurales, a nombre de la Junta Calificadora era José Joaquín Arango Restrepo, esposo de Eulalia Palacio Restrepo, su tía, quien sí lo hizo y con largueza con los demás parientes suyos y de su mujer.

9º )  Al estudiar los libros parroquiales de Manizales, desde su apertura el 19 de febrero de 1851 hasta 1900, no aparece ninguna partida, ni de matrimonio ni de defunción, en la que figure el nombre de Agapito Montaño, cosa por demás extraña, si se tiene en cuenta el cuidado y el celo que los diferentes curas párrocos demostraron por mantener dichos registros, anotaciones no muchas veces claras y comprensibles para el lector de hoy, poco acostumbrado a la  extraña caligrafía y a la muy enrevesada ortografía de la época, pero de indudable importancia, ya que eran los únicos documentos confiables que por aquellos tiempos se llevaban en todo el territorio nacional, lo que unido a otras cosas más convertía a la Iglesia en un poder con una organización superior a la del Estado.

Para algunos, es posible que el señor Montaño no se llamase como tradicionalmente se le ha conocido, bien pudo ser que Agapito fuese un sobrenombre que con el correr de los tiempos y el uso frecuente terminó siendo acogido por el propio Montaño, sus familiares y amigos, hasta convertirse en un apelativo de alcance y aceptación públicos, perdiéndose la memoria de su verdadero nombre o aquel que le fue dado en la pila bautismal, posibilidad no muy frecuente, pero tampoco rara en nuestro medio, donde es corriente encontrar casos de familias que al efectuar gestiones exequiales de allegados se enteran, con sorpresa e incredulidad, que aquellos tenían nombres y aún apellidos que nunca sospecharon hasta sus más íntimos, hecho que no se puede aplicar en este caso ya que hay diversos documentos notariales en donde aparece la firma del señor Montaño estampada por su propia mano, como se verá luego.

En el libro 001, de Defunciones de la entonces Parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Manizales, hoy Catedral Basílica, folio 013 se encuentra asentada con fecha del 1º de marzo de 1855, la partida de defunción Nº 0002, en la que textualmente se lee:

“En la parroquia Nuestra Señora del Rosario – Catedral de Manizales – Caldas se realizó el rito exequial de Bonifacio Montaño Palacio soltero; hijo de Buenaventura Montaño y Francisca Palacio, Murió a Marzo primero de mil ochocientos cincuenta y cinco. Fue sepultado en Manizales a Marzo primero de mil ochocientos                        Cincuenta y cinco, Doy fe Pbro,


Esta partida nos da bases lógicas para sustentar nuestra teoría de que la verdadera identidad y las actuaciones de don Agapito tuvieron un ocultamiento intencionado, en los siguientes aspectos:

A)    Los nombres de sus padres y sus apellidos coinciden con exactitud y hacen que don Bonifacio sea hermano de don Agapito y emparenten estrechamente como sobrinos de los Palacio y políticamente con los Arango y los Echeverri, según se vió anteriormente.

B)    La época de permanencia y muerte de don Bonifacio en nuestra ciudad, es exactamente la misma en que se sitúa lo narrado por don Luis Londoño en lo referente al sacrílego irrespeto imputado a don Agapito.

C)       La soltería de don Agapito, manifestada por el historiador Londoño, es la misma de      don Bonifacio, la que es consignada en su partida de defunción, haciendo, de nuestra parte, la oportuna aclaración de que son muy pocas las personas de apellido Montaño que aparecen asentadas en los registros parroquiales de defunción para que pudiesen prestarse a confusiones o malas interpretaciones de sus nombres, la edad del occiso nos  indica que es muy posible que Bonifacio fuese hermano de Agapito, hecho evidente, pero del que no nos dice nada don Luis Londoño, ni ningún otro de nuestros historiadores.

D)    Al continuar con nuestras pesquisas tendientes a aclarar aspectos sobre Agapito Montaño, encontré, en los tan mentados archivos notariales de Manizales, dos actos en los que figura nuestro personaje de la siguiente manera:

1º   Como testigo en la Escritura Nº 21 del 25 de febrero de 1859,      por medio de la cual Ambrosio Cortinez, vecino de San Francisco (Chinchiná), vende a Bernabé Uribe una casa en el poblado de Manizales por la suma de ciento veinte pesos.

2º    Como firmante a ruego de Joaquín Vega en la escritura Nº 41, corrida el 8 de Julio de 1863.

Actos que nos permiten colegir que Agapito Montaño Palacio, era un ciudadano que llenaba todos los requisitos de ley para desempeñarse socialmente, también vemos en dichos actos su legible y bonita caligrafía, seguramente demostrativa de algunos conocimientos y capacidades intelectuales, así mismo, deducimos, por las fechas de los tan comentados actos notariales, que lo aseverado por don Luis Londoño sobre una triste vejez, luego de 1857, es exacto, ya que claramente queda expresado que ellos ocurren,  el uno en 1859 y el otro en 1863.

E)     Aún más, en los innumerablemente estudiados y comentados archivos, aparecen otros cuatro actos notariales así:

a)      Escritura Nº 96 del 20 de octubre de 1867 por medio de la cual, ante el notario Manuel Villegas Botero, don Agapito Montaño P, hipoteca un lote “situado en la carrera de Bolívar alinderado así: por el oriente con casa de habitación de Bruno Arango, por el occidente y el sur con calles públicas y por el norte con solar de Jacinta Agudelo” por la suma de $ 80.00 con intereses del 1% mensual a favor de Benicio Angel, pagaderos el 20 de octubre de 1868, lote, que es el mismo que había recibido como poblador en 1850 .

Documento en donde, por primera vez, don Agapito, al firmar, estampa una P como inicial de su segundo apellido.

b)      Escritura Nº 271 del 8 de marzo de 1869, por medio de la cual Brígido y Matilde Grisales, como herederos, oficializan la venta de hecho que su padre Pedro Grisales hizo desde tiempo antes de un terreno en el paraje rural de Veruñas, Distrito de Manizales, a los señores Liborio Gutiérrez Echeverri y Agapito Montaño, los que firman el instrumento ante los testigos Dionisio Becerra y Félix Ramírez.

c)      Escritura Nº 378 del 3 de julio de 1869, mediante la cual don Agapito Montaño vende a don Fermín Londoño, su vecino, por $ 280.00 un pedazo de su solar y casa construido en él, consistente de 15 y 7/8 varas de frente por 40 varas de centro, solar que como vimos le correspondió en el reparto como colono inicial del poblado de Manizales.

d)     Escritura Nº 536 del 2 de diciembre de 1874, en la que don Benicio Angel acepta la cancelación de la hipoteca hecha en 1867 mediante la escritura Nº 96, que vimos anteriormente, acto protocolizado en los folios 698 vta y 699 del mismo año.

Vemos pues, contradiciendo a los historiadores oficiales, a Don Agapito en 1868, 1869 y 1874 desempeñando y ejerciendo sus derechos ciudadanos, deduciéndose, irrebatiblemente, de todo ello que por aquellas calendas todavía se hallaba vivo don Agapito.

A partir de aquel 2 de diciembre de 1874, nada se sabe, documentalmente, de uno de nuestros fundadores, seguramente no muy importante, pero sí participante activo en la génesis de nuestra ciudad, en la tradición oral de los Jaramillo Palacio, de los Palacio Echeverri, de los Arango Palacio, de los Palacio Restrepo, de los Palacio Isaza, y de los Londoño Palacio, familias formadas por los tíos de don Agapito, así como de las de sus descendientes, nunca se ha hablado, al menos que yo sepa, de la familia Montaño Palacio.

Sería que para aquellos cerrados clanes familiares no fue de muy buena aceptación que su hermana Francisca Carlota se hubiese unido en matrimonio con el caucano Buenaventura Montaño?.

Lástima que los archivos civiles y eclesiásticos de Supía, solar y cuna de los Montaño, por acción de las guerras, los incendios, pero más que todo por la desidia y la ignorancia de los funcionarios públicos encargados de su custodia, hayan desaparecido, o fueron destruidos y mutilados en gran parte, allí se podrían haber esclarecido muchas de nuestras dudas con respecto al origen y desenvolvimiento de los Montaño y otras con respecto a lo sucedido en pretéritas edades de nuestro desenvolvimiento civil .      


Vale la pena para nuestra historia que se siga investigando en este y otros nebulosos aspectos, recalcando, que es éticamente imposible ocultar, soslayar o disfrazar la rica herencia que nos fue legada, con ello no beneficiaremos a nadie, por el contrario contribuiremos al oscurantismo y a la consecuente y repetitiva elevación de una falsa imaginería en nuestro santoral histórico, práctica recurrente y frecuentemente usada por los turiferarios de turno, para beneficio de los pocos pequeños grandes prohombres comarcanos con que se quiere ahora reemplazar a los honrados y laboriosos titanes que forjaron nuestro pasado.           

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